sábado, 29 de diciembre de 2018

La Voluntad del Alfa Parte 2

Parte 2


Carlo despertó la tarde de nochebuena algo aletargado pero mucho más consciente que los últimos días, sin embargo aún no era él del todo.

Se estiró y torció el rostro, aún no se acostumbraba a sentir semen por todo su cuerpo.

-¿Despertaste cachorro?- escuchó la voz de alguien desde la puerta del baño de la habitación y sonrió de inmediato.

-Eres tu...- suspiró, aún mareado por el golpe de encontrar a su pareja.

Anton sonrió y caminó hacia la cama, su cachorro ya comenzaba a salir de la sed de sexo pero aun estaba embelesado por él. No había mejor momento para hacerlo suyo para siempre.

-Te preparé el baño ¿quieres que lo tomemos juntos?- preguntó inclinándose y dejando un beso dulce en los labios humanos.

-Eso me gustaría... ¿qué me hiciste?- sonrió ilusionado- nunca me había sentido así por nadie...- aunque notaba sus propios sentimientos aun no estaba lo suficientemente lúcido como para reflexionar sobre el asunto.

-Bueno eso es algo que tengo que explicarte – le acarició el cabello antes de ayudarlo a caminar al baño- verás...

Con paciencia y ayudado de una voz hipnotizante le explicó que era un lobo, le habló de la conexión entre ellos, de cómo podían conectar sus mentes y su forma al transformarse. Carlo aceptó fácilmente todo lo que le decía, en su estado aceptaría cualquier cosa.

Cuando estaban limpios y entre besos le sacó del sótano para llevarlo a la cena que había mandado preparar para ellos. Había despedido a todo el personal y le dio a su hermosa pareja humana la cena romántica que merecía.

-Nunca he estado tan agradecido de ser un lobo que al conocerte bebé- le sonrió besando sus dedos- no quiero separarme de ti.

Carlo negó con una expresión de ligera angustia.

-Tampoco quiero alejarme de ti jamás- aseguró apretando la mano ajena en sus dedos.

-Quiero morderte cachorro – le susurró al oído. Rodeó la silla susurrando palabras dulces en su oído, comenzó besando su cuello, rozando los colmillos en su piel. Lo incitó y suavemente lo puso de pie.

Entre palabras de necesidad Anton apartó apenas la ropa lo necesario y le hizo el amor con dulzura sobre la mesa.

-Te amo cariño... te adoro cachorro...- le susurró al oído lanzando con lentitud todo lo que había en la mesa al suelo para tener espacio y moverse dentro de su bebé.

Cuando lo tuvo loco de placer lo giró y comenzó a moverse algo más rápido.

- ¿Quieres ser mi pareja para siempre, cachorro?- preguntó en su oído.

Carlo no diferenciaba arriba de abajo pero asintió.

-Si... si quiero... quiero estar siempre contigo – gimió.

Anton sintió su corazón repicar en su pecho y mordió su cuello.

Carlo soltó un grito y un torrente de placer lo golpeó haciéndolo temblar de pies a cabeza. Perdió toda conciencia y se entregó al placer que lo atormentó sin tregua en un orgasmo que parecía no acabar.

Anton, por su lado, había planeado aquel momento y ni de lejos había imaginado que se sentía así. Quería devorarlo y guardarlo dentro de él para siempre, que nadie pudiese tocarlo, que nadie pudiese verlo. Habían hecho el amor infinidad de veces y nunca se había sentido como ahora que incluso tenían aún la ropa puesta.

-Te amo cachorro- sonrió lamiendo la herida para cerrarla- Te amo...

Después de un rato, Anton salió de Carlo y le acomodó las prendas aunque éste aun estaba sufriendo los estragos de su orgasmo.

-Está bien bebé... está bien.. ahora todo está bien – lo llevó a un sillón prodigando suaves besos por todo su rostro. No recordaba haber sido tan feliz en su vida.

Estuvieron así varias horas, simplemente disfrutando del calor del otro. La medianoche llegó y la campana del reloj en el recibidor de la casa lo anunció.

-Feliz navidad cachorro- Anton susurró en el oído de su pareja, ese que ya era suyo para siempre. 

Carlo sonrió y buscó su boca dándole pequeños besos.

-Feliz navidad...-quiso decir más pero comenzó a sentirse extraño, sintió la respiración acelerada y un cosquilleo recorriendo su cuerpo, el calor lo inundó y sus tetillas, su miembro y su entrada comenzaron a hormiguear reclamando atención, estaba por decir algo importante así que aguantó las ganas que le corroían e intentó no gemir de necesidad.

Anton sonrió al ver que sus mejillas ya estaban completamente rojas y las besó.

-Espera aquí un segundo bebé- le pidió parándose y tomando uno de los regalos que estaban bajo el árbol y volviendo al sillón.

-Esto es para ti cachorro- abrió la elegante caja de la que sacó un collar blanco de cuero con pequeños diamantes incrustados a todo lo largo, la hebilla parecía de oro.

Carlo observó el collar confundido.

-¿Para mí?- preguntó extrañado ¿ese hombre quería regalarle una mascota? Estaba medio mareado por el repentino calor que lo atacó y no entendió del todo.

-Si...- Anton sonrió y extendió su dominio como alfa haciendo que a Carlo le temblaran las rodillas y tuviese que apretar las piernas para calmar su erección, su trasero se estaba mojando- quiero verte usar esto cachorro, quiero joderte mientras tiro de tu cadena- murmuró con voz baja sacando el artículo de la caja y acercándolo a Carlo, el policía sintió que las palabras de su amante viajaban directo a su entrepierna y no pudo reprimir más un gemido.

-Yo...- Carlo aún estaba semi consciente de sí mismo, aunque el calor ya se había adueñado de la razón, no supo cómo comenzar a decirle cuánto lo excitaba lo que le decía.

-¿Me permites hacerlo?- Anton preguntó pese a que sabía que tenía completo dominio sobre el indefenso humano, especialmente ahora que estaba por entrar en el calor que ocasionaba la mordida. Abrió el collar y lo extendió al cuello de su pareja, Carlo levantó el rostro dándole espacio para trabajar.

El alfa lo colocó con cuidado y conscientemente acarició la marca de su mordida en el cuello ajeno, sacando dulces y necesitados gemidos de su ahora pareja.

-Luce mejor de lo que esperaba- sonrió al humano acariciando su mejilla- pero la ropa estorba- paseó el pulgar por los labios ajenos- ¿por qué no te la quitas para mí?- él mismo estaba sintiendo los estragos del calor de la mordida sacando a flote toda su lujuria.

Carlo asintió y se levantó comenzando a sacarse la ropa. Le temblaban las piernas y sentía que no se podría poner en pie. Anton se sentó en un amplio sillón sujetando la cadena que salía de su collar cual dueño con su mascota, solo pensar en la morbosa situación Carlo sintió su vientre temblar al borde del orgasmo.

-¿Así?- Carlo preguntó tras desprenderse de todas sus prendas ganándose una sonrisa satisfecha del mayor.

-Eres hermoso cachorro- lo alabó y después sonrió con una coquetería innata- aunque los cachorros andan a cuatro patas...- agregó y Carlo pasó duro. Temblando de deseo comenzó a agacharse y se colocó, casi de inmediato sintió un ligero jalón en su cuello y comenzó a gatear hacia su pareja.

Carlo jamás había pensado que algún día estaría en aquella posición. Vio a Anton abrir su cremallera y sacar su miembro enorme, duro y caliente y se le hizo agua la boca.

-¿Quieres tu postre cachorro?- preguntó acariciando su miembro y Carlo asintió efusivamente.

-Lo quiero...-aceptó jadeante.

-¿En dónde cachorrito?- lo incitó el mayor, Carlo parecía ser del tipo excesivamente decente, ponerlo en aquellos juegos, hacerlo hablar sucio, lo excitaba demasiado.

-Yo...

-¿En dónde?- alentó.

-En mi boca... lo quiero en mi boca y en mi trasero- pidió atreviéndose a lamer aquel trozo de carne caliente.

-Entonces tómalo bebé- empujó suavemente su miembro en la boca ajena- y cuando tengas ese collar soy tu amo ¿entiendes? Tienes que llamarme amo –sonrió y Carlo comenzó a chupar aquella carne que anhelaba en su boca.

-Si... si amo...- jadeó y no tardó en perder completamente el control de sí mismo, comenzó lamiendo, para después chupar y terminar devorando hambriento su pene como si no tuviese suficiente.

Carlo sentía que ardía y aunque su miembro reclamaba atención prefirió meter sus dedos en su ano moviéndolos con desesperación.

-Quieto ahí cachorro- Anton le jaló de la correa haciéndolo levantar la cabeza- ¿quién te dio permiso de tocarte?- lo regañó y a Carlo se le inundaron los ojos de lágrimas

-Por favor... por favor... lo necesito- volvió a lamer el miembro ajeno como rogando más- lo quiero, lo quiero, dámelo por favor, jódeme pronto, te necesito dentro de mí.

Anton se lamió los labios, él parecía compuesto pero lo cierto es que estaba ansioso por someterlo. Aún así se controló, tenía mucho que disfrutar.

-Está bien, te daré un poco de lo que quieres- aceptó- voltéate y abre tus nalgas para mí- ordenó. Carlo se giró y colocó el rostro contra el suelo y obedientemente abrió sus nalgas con sus manos.

Anton se relamió, su cachorro era más obediente cada día. Empujó un dedo dentro de su entrada y comenzó a girarlo, no tardó en meter otro y no tuvo compasión, los metió y sacó rápido, con fuerza, abriéndolos de vez en cuando.

-Ah... ah... si... más... más... más, por favor- rogó meneando las caderas.

-¿A quién le hablas?- preguntó usando todo su control para no joderlo ya.

-¡Amo... amo! ¡¡Más por favor, amo!!- rogó y consiguió otro dedo en su interior.

-Tengo otro regalo para ti- le habló mientras lo jodía con sus dedos- bajo el árbol en esa bolsa dorada, tráela para mí- ordenó sacando sus dedos y le dio una nalgada.

-¡Ah!- Carlo gimió y casi llegó a su orgasmo pero Anton se detuvo justo a tiempo dejándolo temblando de anhelo y necesidad. Ni siquiera pensó en la orden y simplemente obedeció comenzando a ponerse de pie, tembloroso como una hoja seca al viento.

-¡No tienes permiso de ponerte de pie!- Anton lo reprimió- gatea, eres mi cachorro, ve y tráelo con tu boca-ordenó.

Carlo asintió y jadeó un poco antes de comenzar a gatear y traer la bolsa como se lo ordenaron, se sentía más caliente a cada segundo, sentía la mirada lujuriosa sobre su cuerpo y solo podía apretar las piernas para aguantar. Cuando volvió con Anton éste estaba sonriendo con infinita satisfacción, tomó el regalo de sus labios y sin más se apoderó de su boca.

La lengua de Anton empujó dentro de la boca ajena y acarició a su compañera, empujó contra su paladar y danzó como quiso en aquel espacio. Carlo finalmente se vino por ese simple beso y su mente se nubló completamente, sus ojos no tenían nada más que deseo y lujuria.

-Aquí esta- Anton sacó un vibrador que terminaba en una cola afelpada- no puedes ser un buen cachorro sin esto- Anton empujó el vibrador en la boca de Carlo y comenzó a embestir hasta llenarlo de saliva.

El lobo jaló la correa de su pareja y lo obligó a medio subir sobre él dejando su trasero a su alcance y comenzó a meterlo en su pequeña cavidad. Empujó de a poco y cuando ya tenía la mitad dentro de su cachorro empujó todo lo demás de golpe haciendo que el humano gimiera alto aferrándose a él.

-Solo faltan estas- Anton anunció echándose atrás y colocando unas orejas a juego en la roja cabecita de su amante-ahora ladra para mí- ordenó y encendió el vibrador con un pequeño control remoto.

-¡Ah!- el pelirrojo lanzó un grito de placer arqueándose y restregándose contra el cuerpo ajeno.

-Ese ladrido me gusta- sonrió, en realidad quería oírlo gemir y gritar.

-¡Ah! ¡Ah! ¡Amo! Amo!- el muchacho meneaba sus caderas ante la exquisita sensación.

-Eso... sigue así... me encanta escucharte- Anton abrazó el delgado cuerpo y buscó su cuello, lo sentía temblar en sus brazos, besó la piel que se exponía frente a él y cuando sintió que el chico no podía más mordió sobre una de sus tetillas haciéndolo gritar y venirse ruidosamente.

-Te veniste de nuevo bebé- sonrió acariciando sus nalgas blancas-.creo que tienes suficiente con ese juguete, no me necesitas.

-¡No! No, no, no ¡por favor no!- el chico negó aún agitado - nunca...nunca...te quiero a ti- el chico estaba temblando, pese a que se había venido su miembro no había bajado en lo más mínimo, de hecho se sentía más caliente, más necesitado.

-Aún así no has comido aún- le recordó acariciando sus labios y el hambre volvió a Carlo, chupó el dedo ajeno y entre más lo hacía más ansiaba otra cosa en su boca.

-Quiero chuparte...quiero chuparte... déjame chuparte- rogó y Anton soltó su cintura.

-Adelante bebé, quiero venirme en tu boca- aquellas palabras solo hicieron que Carlo apretara el vibrador en su trasero, cuando Anton le decía aquella clase de cosas obscenas no podía evitar encenderse.

Carlo volvió a hincarse entre las piernas de su amo y se llevo el miembro ajeno a su boca, chupó y lamió largo rato sin cansarse. Cuando estaba cerca Anton le tomó el cabello y sin más comenzó a embestir con fuerza en su boca, Carlo cerró los ojos y disfrutó de la sensación de ser profanado de aquella manera, el miembro ajeno empujaba con fuerza dentro de su boca, no tenia consideración y eso lo prendía. No tardó mucho antes de sentir el semen caliente en su boca y como antes no se detuvo, bebió todo lo que podía. Cuando terminó levantó la vista viendo a un Anton jadeante, con los ojos cerrados y la cabeza atrás. Se sintió satisfecho de su logro y aunque quería acariciarse a sí mismo sintió que no podía hacerlo sin permiso.

-Ah...cachorro- cuando Anton volvió a abrir los ojos tenía un brillo de lujuria diferente en ellos- Creo que es tiempo de volver a la habitación.

Carlo tembló solo de escuchar eso, su miembro goteó en anticipación.

-Si amo...- aceptó.

Anton se acomodó la ropa y se puso de pie.

-Tú por delante cachorro- le indicó y Carlo comenzó a gatear de vuelta al sótano, sentía el vibrador dentro de él a cada movimiento, avanzó gimiendo durante todo el camino, de cualquier forma a Anton le gustaba escucharlo así que no tenía que contenerse.

Cuando estuvieron en la puerta del sótano Anton lo hizo ponerse de pie y se colocó tras él pellizcando uno de sus pezones. Carlo tuvo que apoyar las manos en la puerta para mantenerse en pie.

-¿Sabes lo que pasará cuando entremos ahí verdad?- le habló al oído.

-Si... si...lo sé amo...- gimió retorciéndose de placer.

-No vamos a salir en mucho tiempo...- le prometió y Carlo asintió.

-Si... si... no quiero salir amo.

-¿No?... ¿qué quieres entonces cachorro?

-No... no quiero salir... quie-quiero quedarme dentro...quiero...quiero que me jodas, sin...sin parar- deliró.

-Recuerda que tu lo pediste cachorro- sonrió y abrió la puerta –entra bebé- ordenó.

El chico entró con pasos temblorosos, había una habitación enorme al final de la escalera, parecía un departamento en espacio abierto, pero no uno normal, había cadenas y esposas por todos lados, a Anton le gustaba encadenarlo y jugar con su cuerpo y a él le gustaba que lo hiciera.

-Creo que es tiempo de que me sientas aquí cachorro- así como estaban de pie, Anton metió un dedo dentro de Carlo acompañando al vibrador en su interior, el ligero aumento de grosor hizo a Carlo buscar el apoyo de un par de cadenas que colgaban del techo para mantenerse en pie.

-Si...necesito tu pene en mi- pidió y contrario a lo que esperaba Anton no quitó el vibrador.

-Entonces te lo daré cachorro- respondió y jalo la cola hacia abajo y sin sacarla empujó su miembro ya grande dentro de él. Carlo sintió que lo abría más de lo que era posible y arqueó la espalda gritando de doloroso placer.

-¡¡Ah!! ¡¡Amo!!- gritó soltando un par de lágrimas cuando se vino por tercera vez en la noche- ¡¡Ah!!¡¡¡ Ah!!!- sus gritos no pararon, pues Anton comenzó a embestir sin más.

Carlo llevaba tres días siendo sometido a los fetiches de Anton pero aun así no logró aguantar tanto y las piernas le fallaron casi yendo al suelo.

-No cachorro... no puedes desfallecer, esto apenas comienza – Anton sonrió y salió de su pareja, sacó también el vibrador y lo levantó para llevarlo a la cama, pero Carlo ya lo conocía lo suficiente como para saber que no era para dejarlo descansar. Jadeante observó el rostro de su amante y esperó pacientemente lo que venía, su cuerpo ardía cada segundo que su trasero estaba vacío.

-Apresúrate... te necesito- rogó cuando estuvo en la cama y solo recibió una sonrisa insinuante de su pareja.

Anton le encadenó las muñecas a cadenas en el dosel la cama y lo hincó sobre ella jalándolas hacia arriba. Carlo se humedeció los labios y su miembro goteó pues conocía esa posición, Anton le colocó un par de pequeñas pinzas en los pezones, solo con eso Carlo ya estaba jadeando. Podía verse en el enorme espejo de pared frente a la cama, estaba expuesto, las pinzas en sus pezones estaban unidos por una delgada cadena que se balanceaba sobre su vientre y su miembro duro apuntaba al cielo brillante y mojado, que decir de lo húmedo que estaba entre sus piernas.

-Esto te gusta ¿verdad cachorro?- preguntó y Carlo se sonrojó más de lo que ya estaba- ¿te gusta verte así?- preguntó mientras tomaba una fusta de un estante en la pared- eres una puta cachorro- le sonrió dándole un golpecito suave en el miembro duro- mira lo mojado que estás- lo incitó a verse en el espejo-aunque no es la primera vez ¿verdad?-sonrió y encendió la pantalla en una de las paredes, un video se estaba reproduciendo y el sonido del mismo inundo la habitación.

"ah! Ah! Soy... soy tu puta...si...si...ah...ah...úsame...jódeme..."

Era la voz clara del policía que solo enrojeció más haciendo juego con su cabello, sin embargo no era de vergüenza, su miembro estaba tenso y más duro que nunca. Anton le dio un golpecito en las nalgas haciéndolo arquearse.

-¿Me quieres ahí?- se paró junto al chico amasando sus nalgas.

-Si quiero... la voz del humano salió ahogada.

-¿Por qué?- incitó y metió un dedo dentro de su cachorro moviéndolo adelante y atrás.

-Por...porque...- paso duro- soy...soy tu puta...soy tu puta y te necesito en mi trasero...ah...pa...- gimió pues de golpe Anton metió dos dedos más.




-¿Cómo?- subiendo a la cama y colocándose tras él besó la piel de sus hombros y dejó que sus colmillos rozaran la piel caliente.

-¡Lo necesito!- comenzó a rogar con desesperación- lo necesito para ser feliz...ah...por favor...por favor...amo...amo...solo...solo existo para ti...mi...mi cuerpo es solo tuyo.

-Buen chico- Anton susurró en su oído justo antes de arremeter dentro de él- hoy... vas a saber lo que es... tener... un lobo... como pareja –la voz de Anton también era jadeante y lentamente comenzó a cambiar, un poco más gruesa y profunda, el miembro dentro de Carlo se hizo más grande sacándole el aire y en el espejo pudo ver como Anton comenzaba a cambiar de humano a su forma lobuna, con las orejas, la cola, las garras y varios centímetros más alto y grande....¡joder! sobre todo grande.

Carlo había tenido el vibrador y a Anton dentro al mismo tiempo y no se había sentido tan estirado como ahora.

-¡Ah...ah...amo! –gritó. Anton aún no había terminado de crecer dentro de Carlo cuando éste se vino.

-Me alegra que te gustara cachorro –le habló al oído en medio del orgasmo, acariciándolo con sus colmillos- porque tendrás mucho más- y sin más lo mordió y comenzó a empujar sin contemplación dentro del cuerpo humano.

Carlo no era pequeño, era un hombre muy masculino de 1.83 de alto y 85 kg de peso, pero frente al hombre transformado detrás de él se veía pequeño y frágil. Anton lo penetró como quiso, soltó un poco las cadenas y lo puso a cuatro haciéndolo aullar de placer, cuando se cansó de joderlo así lo giró y empujó desde el frente.

El humano estaba desfalleciendo sobre la novena ronda pero no había nada qué hacer, su lobo estaba sediento de él y su cuerpo no dejaba de responder.

-Amo...más –jadeó pese a que estaba exhausto.

Anton tomó la cadenita de sus pezones en los dientes y jaló retirando las pinzas volviendo a nublar la mente del policía.

-No te preocupes cariño- la voz ronca y profunda le confortó-estoy lejos de estar satisfecho- lo tomó de la cintura y lo levantó moviéndolo a horcajadas sobre su cuerpo sin ninguna dificultad. Lo cargó hasta la pared y lo apoyó en ésta empujando dentro de él desde esa posición, el peso de Carlo ayudó para que el enorme miembro de su pareja entrara un poco más en el volviéndolo loco de nueva cuenta.

La mirada de Carlo estaba perdida y solo gemía cual muñeca rota, solo movida por el enorme alfa a su antojo.

Quizá un Anton normal podría haberse controlado pero en el calor del acoplamiento había perdido por fin el control que siempre tenía, solo podía pensar en joder ese hermoso cuerpo, mordelo, marcarlo.

Carlo estaba tan lleno de Anton que el semen se escurría entre sus nalgas en cada embestida y aun así no parecía tener suficiente.

-Ah...ah....si...si... muérdeme más...- deliró.

Al día siguiente Carlo despertó cansado en la enorme cama del sótano, tenía marcas de mordidas por todo su cuerpo y había semen casi en toda su piel blanca.

-Gm... -escuchó un gemido cómodo tras él y apenas giró ligeramente el rostro para descubrir que su pareja estaba ahí, en su forma completamente humana abrazándolo fuerte contra su pecho. Sonrió, tenía los ojos nublados aún y se acurrucó contra él buscando su calor más y más. Anton no tardó en despertar y no necesito más, un beso llevó a otro, Anton le cargó al baño y lo limpió a fondo, jugueteando con su cuerpo.

El sexo no paró en los próximos cinco días, Anton tenía una imaginación muy activa y no se contuvo al usarla. Carlo probó todos los tipos de amarres posibles y fue jodido en todas las posiciones conocidas. Carlo cambió de un muchacho que no pasaba de la posición de misionero a un esclavo sexual sumamente receptivo.

Anton estaba embelesado con su dulce humano, el lobo era un pervertido y adoraba ensuciar a su cachorro pero de alguna manera éste parecía no perder su pureza, aún en medio de aquel torrente de sexo salvaje todavía tenía aquellos ojos verdes limpios y honestos, cuando se acurrucaba al dormir era dulce y simplemente no sabía cómo carajos cada día estaba más y más metido en su corazón.

Anton estaba seguro de que su suerte navideña había sido la mejor aquel año y pronto sería el mejor inicio de año de su vida. Pero el celo de Carlo estaba por terminar y quizá, las cosas no fuesen tan fáciles como Anton creía.

viernes, 28 de diciembre de 2018

La Voluntad del Alfa Parte 1

Parte 1


Carlo estaba lo que seguía de feliz en la parte trasera del taxi en el que viajaba, llevaba meses intentando salir con Laura, la asistente de forense más sexy que había conocido jamás, pero la chica no le había dado entrada hasta hacia unos días cuando al fin había aceptado una cita.

Laura era una chica afroamericana con enormes y hermosos ojos negros, el cabello rizado era encantador y le hacía desear enredar sus dedos en él. Esa mujer era simplemente una diosa que lo hacía babear con solo caminar frente a él.

Su salario no era alto, pero era soltero y manejaba bien sus cuentas, sus papás le habían heredado en vida una hermosa casa en los suburbios, si Laura alguna vez aceptaba una cita en su casa podría mostrarle que también cocinaba muy bien.

Carlo estaba tan encantado pensando en su posible futuro que la sonrisa no se borró de su rostro ni al bajar del taxi ni al entrar al bar en el que habían quedado. Él habría preferido ir a recogerla pero la chica había insistido en que cada uno llegara por su lado, ellos vivían en extremos diferentes de la ciudad por lo que era más fácil de esa forma.

El policía miró su reloj, eran apenas las 6:45, se habían citado a las 7, así que estaba bastante tiempo adelantado.

-Creo que me emocioné- sonrió, aunque sentía que era un excelente tiempo, él odiaría llegar después de ella.

Observó las mesas a su alrededor pensando cuál sería el mejor sitio para tomar una copa cuando su teléfono sonó, sonriendo al notar que era el número de Laura contestó.

-Hola bonita, ya estoy en el bar ¿dónde estás?- preguntó con buen tono.

-Carlo, en verdad lo siento, tuve una emergencia familiar y no voy a poder llegar, en verdad lo siento de veras, por favor discúlpame- le pidió con tono apenado.

Carlo mentiría si dijera que la noticia no le desquebrajo su suave corazón, pero no dejó que se demostrara en su voz.

-Claro, no te preocupes ¿estás bien?- se aseguró de preguntar.

-Si, estoy bien, es solo un asunto en mi familia, de nuevo discúlpame ¿si?- volvió a pedir y Carlo sonrió amargamente.

-Descuida, la familia siempre es primero, cuídate y será en otra ocasión ¿ok?- preguntó intentando no sonar enfadado.

-Muchas gracias Carlo, será después. Me tengo que ir y disculpa de nuevo- la llamada se cortó y él observó el teléfono con tristeza. No podía apartar la sensación de que ella simplemente no había querido ir. Abatido suspiró y se masajeó el cuello, ya estaba ahí, pero la verdad no sentía que tuviese mucho caso ahra que le habían plantado.

Estaba por irse cuando una lindísima chica castaña con rostro encantador le detuvo.

-Hola ¿ vienes solo?- preguntó con una enorme sonrisa, Carlo sonrióo nerviosamente, 'rl estaba endiosado con Laura, pero siempre se ponía nervioso ante una cara bonita.

-Algo así...bueno- sonrió aún más nervioso- me acaban de plantar así que creo que cuenta como que estoy solo, ya me iba- su voz temblaba un poco, definitivamente el apuesto chico no era del todo bueno con las mujeres bonitas, al menos no cuando las tenía enfrente.

-Que coincidencia, también me plantaron- sonrió divertida- mis amigas están por ahí ¿podrías bailar una pieza conmigo? Me da mucha pena decirles que me plantaron- explicó y Carlo vio a las chicas sentadas en una mesa cerca de la pared, parecían atentas a ellos dos.

Carlo sonrió y asintió, entendía el sentimiento en esos precisos momentos.

-Te comprendo, bailemos entonces- le tendió una mano con una enorme y encantadora sonrisa. Carlo era un hombre grande, media 1.83 y pesaba 85 kg, estaba definido en las áreas en las que debía estarlo sin exceso de masa muscular, un rostro simétrico y unos hermosos ojos verde limón que centellaban en contraste con su cabello pelirrojo casi naranja.

La chica sonrió encantada, ese chico era un bombón y no solo eso, también era tan crédulo que daba ternura. A ella nadie la había plantado desde luego, pero ella y sus amigas lo habían visto al entrar y habían apostado que podía seducirlo en menos de tres canciones. Por lo que parecía ella iba a ganar esa apuesta y además le iba a gustar mucho hacerlo.

Cuando comenzaron a bailar Carlo le hizo plática, para decepción de la chica, sin ningún ánimo sexual.

-¿Qué vas a hacer después de esta pieza? –preguntó.

-Bueno, les diré que tenías algo urgente que hacer y tuviste que irte, que solo viniste a avisar que no podías quedarte- se inventó de la nada, las mentiras brotaban naturalmente de sus labios como agua de un manantial.

-El sujeto que te plantó va a arrepentirse, ya verás- la consoló.

La chica continuó haciéndole plática, no habían notado la aterradora mirada que se posaba sobre ambos.

Antonio Lutero estaba en una esquita del bar en un amplio sillón de media luna, una hermosa pelirroja estaba a su izquierda y una rubia a su derecha, ambas chicas en sus brazos. La escena no era rara tratándose de Antonio, el hombre tenía un apetito sexual inmenso y también era un amante espléndido. Si había alguien que podía rechazar al enorme y sexy semental eso era algo que no se sabía, el sujeto nunca buscaba a sus amantes, las chicas llegaban solas. Aunque todas sabían que no era algo definitivo, pero no estaba mal tener una sexy aventura con el sujeto.

Aunque podía decirse que Antonio usaba a las mujeres para su placer, lo cierto es que las mujeres que estaban con Antonio hacían un buen uso de él también, buen sexo en la cama y buen dinero fuera de ella, sin ataduras ni compromisos. No estaba tan mal, cuando alguna quería algo estable y que llenara las necesidades de su corazón simplemente se iban sin más. Antonio incluso había dado más de un regalo generoso en alguna boda de sus examantes.

Sin embargo las dos chicas en turno no sabían qué diablos había pasado, pero su amante se había puesto repentinamente de mal humor.

-Anton ¿estás bien?- preguntó la pelirroja acariciando el torso del hombre.

-No...- gruñó aunque pese a su aura fría las chicas no se asustaron, Antonio era un amante insaciable y desde luego tenía más de un pervertido gusto en la cama, pero no era un hombre agresivo fuera de ella.

-¿Necesitas algo?- la rubia preguntó ladeando el rostro.

-No...chicas, tienen que irse, no podré volver a verlas...- retiró lo brazos de los hombros de ambas- no pregunten, fue un placer compartir su tiempo.

-Anton ¿qué pasa? ¿Como que no podemos volver a vernos?- preguntó la rubia extrañada, los tres eran sabidos que aquello era solo una aventura temporal, para ellas una experiencia de juventud que recordar, pero no esperaban que de repente solo las echara de su lado.

-Chicas...retírense...mi asistente las llevará de compras luego, pueden vengarse con mi tarjeta de crédito ¿les parece?- preguntó, aunque sonó más a una amenaza y aunque ellas estaban algo molestas también sabían que el mundo en el que Antonio vivía no era precisamente uno legal del todo. No sabían bien a qué se dedicaba pero tenía amistades peligrosas.

Las chicas se vieron la una a la otra y se levantaron, podían notar que aquello era asunto serio y decidieron sabiamente tomar el regalo que les ofrecía e irse.

Anton acababa de cerrar un negocio especialmente complicado y había pensado celebrarlo con sus dos actuales chicas favoritas, pero no había esperado que el destino lo golpeara de aquella manera. Estaba besando a una de ellas cuando el aroma de su pareja lo inundó y los labios de la hermosa muchacha se volvieron repulsivos.

Buscó a su pareja con la mirada y le encontró hablando por teléfono, El oído de un lobo no era como el de un humano promedio y agudizó sus sentidos para escucharlo, supo entonces que lo habían plantado y felicitó a la chica por su decisión, él odiaría tener que quitar a un estorbo de en medio, estaba justo pensando eso cuando aquella castaña se acercó y comenzó a seducirlo. Tuvo que alejar a las chicas de su lado, no solo porque ya no tenía el más mínimo interés en ellas, sino porque temió desquitar la ira que lo corroía con ellas.

Vio a la chica hacerle una señal de pulgar arriba a otras chicas en la distancia tras unos minutos y agudizó el oído para escucharlas a ellas también.

-Ella es terrible, no puedo creer que de verdad lo esté logrando.

-¿Crees que se lo pueda llevar a casa hoy?- preguntó una pícara.

-No lo sé- la chica se rió- pero estoy segura que lo va a intentar con todas sus fuerzas, digo... también me gustaría llevármelo.

Anton gruñó y se puso de pie sin poder controlarse a sí mismo. Estaba cerca de la pareja cuando escuchó a la chica hablar.

-Solo una canción mas ¿si? Te prometo que ya no te pediré nada ¿ok?- pidió juntando sus pequeñas y delicadas manos frente al sexy chico.

-Bueno...no lo sé- Carlo se revolvió el cabello sin saber qué hacer. No estaba de humor para bailes, pero tampoco quería ser grosero, solo quería irse a casa.

-Creo que él no quiere seguir bailando contigo preciosa- Anton habló justo detrás de Carlo y la chica se paralizó al verlo ¡por todos los cielos! ¡ese era el Dios del bar! la chica se preguntó si la llevaría a tomar una copa- Retírate- la voz de Anton sonó tranquila pero la amenaza en sus ojos esfumó todas las fantasías de la chica que asintió y se alejó casi corriendo de ahí.

Carlo se quedó en su sitio y pasó duro, no sabía quién estaba detrás de él pero su voz le había hecho estremecer de pies a cabeza.

-Eeh...- se giró despacio sin saber si agradecer o disculparse, no tenía idea de por qué aquella persona había intervenido en su asunto así que solo le observó sin poder decir nada, solo verlo un calor abrazador inundó su pecho, lo deseaba... deseaba a aquel hombre.

El sentimiento desconcertó al humano y dio un paso atrás luchando con sus irracionales impulsos.

-Yo...yo ya me iba- logró articular al fin y por Dios que intentó moverse pero sus pies no le respondieron, su cuerpo se negaba a marcharse, no, su cuerpo deseaba pegarse al ajeno y arrancar la ropa que estorbaba.

El extraño sonrió y Carlo sintió que le temblaban las piernas de lo increíblemente sexy que el gesto le pareció, se imagino lamiendo esa boca... bajando hacia su pecho fuerte... ¡no! Maldición ¿qué cosas estaba pensando? ¡Y con un hombre!

-¿Por qué tanta prisa?- el sujeto avanzó a paso seguro y rodeó la cintura de Carlo con un agarre fuerte.

-Espera...- Carlo no sabía qué demonios pasaba pero casi soltó un gemido cuando el sujeto frente a él lo abrazó, debería luchar para soltarse pero solo pudo apretar el saco ajeno en sus manos y sostenerse de él, había una dolorosa erección en sus pantalones y sentía que las piernas le estaban fallando.

-¿Qué quieres que espere?- preguntó en su oído y Carlo gimió al sentir el aliento cálido en su oreja y la voz baja y ronca viajando por cada fibra de su ser- ¿por qué mejor no vamos a un sitio más privado?- preguntó y lo apretó un poco más contra si – ¿te gustaría?- murmuró con la voz más malditamente sensual que Carlo había escuchado jamás en su vida.

-si... si... vamos...- murmuró ya ajeno a por qué se quería ir antes, era una tontería, todo lo que deseaba era mantenerse junto a aquel sujeto.

Anton sonrió y sin soltarlo lo guipó por la parte trasera del bar. El lugar era el tipo de sitio en el que necesitabas una reservación VIP para poder entrar y lo menos que quería era exponer a su pareja a las miradas indiscretas así que lo sacó por el callejón trasero. Su nuevo amante parecía estar reaccionando a sus feromonas y no era para menos, estaba ejerciendo toda su presencia de alfa sobre él. Le sorprendería si su sexy acompañante recordaba su nombre.

-Gmmm- Carlo no podía hablar, sentía que le faltaba el aire, una de sus manos jaloneó la camisa del otro y metió la mano para encontrar un alivio placentero en tocar la piel ajena, sus labios atacaron su cuello lamiendo y besando la piel expuesta, estaba mojado en sus pantalones y no podía hacer otra cosa que empujar su erección contra la pierna de su acompañante para encontrar consuelo-qui...quie....- le faltaba el aire y sentía que su cuerpo no le respondía.

-¿Qué deseas cachorrito?- preguntó el hombre y Carlo sonrió embelesado por su voz.

-Jódeme... jódeme, por favor- rogó rodeando el cuello ajeno con ambos brazos y buscando su boca.

Anton le había hecho una seña a su chófer para que lo recogiera en el callejón, estaba decidido a llevar a su pareja a casa y disfrutar plenamente de él, pero no contaba con tener un amante tan malditamente tentador. El era un hombre siempre en control, nunca se había dejado llevar por el sexo pero el muchacho en sus brazos le nublaba el juicio por completo.

-Eres una maldita tentación- le reprochó y lo colocó contra la pared atacando su boca, su lengua empujó en la ajena y la mano con la que lo abrazaba se metió en sus pantalones haciéndolo gemir.

Sus dedos no perdieron tiempo, estrujaron la piel firme de sus nalgas y casi de inmediato uno de sus dedos se empujo en su entrada haciéndolo llorar.

-Que...que...ah...se...se siente...ah...ah...- Carlo comenzó a mover las caderas sin poder separarse de la boca del hombre mayor- más...más...

-¿Te gusta cachorro?- Anton preguntó, pero su voz ya no era tranquila, se escuchaba ronca y jadeante- dime cómo te gusta- él quería escucharlo hablar sucio.

-No...no sé...- Carlo se sintió frustrado, movía sus caderas buscando aquel dedo pero la verdad es que no sabía cómo moverse para que se sintiera mejor, estaba tan desesperado, quería más pero no sabía cómo obtenerlo- quiero más... más... necesito más...- lloró desesperado.

-¿Es tu primera vez aquí?- Anton preguntó en un gruñido más que posesivo y Carlo asintió efusivamente- ah...bebé, eres tan increíble...- a Antonio jamás le había importado algo tan pasado de moda e insignificante como que su pareja fuese virgen, de hecho entre más experimentada mejor, él era un hombre de juegos y alguien más experimentado siempre era más receptivo y activo en la cama.

Anton no sentía ningún deseo por un amante virgen, no tenía deseos de tener que enseñarle a nadie cómo tener sexo, pero maldición... su pareja inexperta en sus brazos, jadeante y lloroso... era la maldita cosa más hermosa que había visto en su vida.

-No te preocupes cachorro- Anton empujó otro dedo en el interior del policía y los abrió mientras los movía adelante y atrás sacando una sonrisa satisfecha de los labios de Carlo- voy a enseñarte cómo sentirte mejor.

-Si...quiero...quiero más- gimió.

-Tienes que escuchar todo lo que te diga- Anton le habló al oído y lo sintió asentir- Tienes que hacer todo lo que ordene cachorrito ¿lo entiendes?

-Lo haré... lo haré, no pares...

Un auto de vidrios polarizados se detuvo junto a ellos y Anton se detuvo haciendo que Carlo lloriqueara por el abandono.

-Tranquilo cariño, solo vamos a movernos a otro lado, te prometo que te va a gustar- prometió metiéndolo dentro del carro y entrando después. Nada más sentarse sintió a Carlo trepar sobre él. Su desesperación le sacó una sonrisa lujuriosa de los labios.

Anton volvió a meter la mano dentro de los pantalones ajenos y empujo sus dedos dentro jugueteando en su interior.

-¿Te gusta bebé?- preguntó dejando su boca para atacar su cuello.

-Si... si... me gusta... mételos más... quiero más- rogó.

Anton mordió las tetillas ajenas sobre la ropa y escuchó gemir a su pareja y apretar sus dedos en su entrada.

-¿Te gustó tanto que te veniste?- se burló.

Carlo cayó jadeante sobre el cuerpo de su amante, estaba tan mareado, sintió los dedos de aquel hombre exquisito salir de él y se aferró a la camisa ajena negando.

-No... no, por favor, no los saques- su miembro apenas y había bajado un poco pero estaba volviendo a levantarse apretándose dentro de sus pantalones- no los saques, por favor... por favor mételos más...

Anton soltó una risita y metió un tercer dedo, el grito de placer de Carlo inundó el auto.

-Esto no está bien cachorro... ¿solo te interesa recibir placer sin importarte cómo me sienta?- preguntó y la insinuación hizo sentir angustiado a Carlo.

-No... no, no no- negó efusivamente, con la respiración agitada y los ojos llorosos.

Su rostro era el de alguien que ha perdido toda la conciencia, tenía los ojos nublados por el deseo y las mejillas hacían juego con su cabello rojo. Sus manos se apresuraron asacar el cinturón de su pareja y abrió con dificultad el pantalón metiendo una mano y masajeando torpemente.

-No eres muy bueno con la mano cachorro- murmuró Anton acariciando el rostro del muchacho. 

-Perdón... perdón- pidió aunque sus caderas seguían moviéndose contra los dedos ajenos que se abrieron en su interior estirándolo y haciéndolo gemir.

-¿Por qué no lo intentas con esto?- Anton acarició los labios delgados y masculinos de su amante y este asintió sin chistar.

El auto era amplio y bajó de las piernas de Anton al suelo, el movimiento hizo que los dedos de su pareja salieran de él, quería llorar de necesidad pero el miembro ajeno frente a su rostro se le antojó irresistible, lo metió en su boca y comenzó a chupar como si del manjar más exqisito se tratara, Anton echó la cabeza atrás y cerró los ojos sintiendo la maldita gloria en aquella boca caliente.

Carlo llevó una mano a su trasero y se penetró a sí mismo mientras chupaba y mamaba la carne caliente en su boca, estaba en el cielo.

No pasó mucho tiempo antes de que Anton no pudiera contenerse y se vino dentro de la preciosa boca que empujó hacia su cuerpo obligándolo a tragar todo, aunque no era necesario, Carlo estaba hambriento de él y lo bebió con desesperación, su propio miembro se tensó y llegó por segunda vez en la noche.

El orgasmo lo dejó débil y un poco más perdido que antes, solo sabía que quería sexo, mucho sexo y que lamer los residuos en el miembro de su amante lo estaba calentando de nuevo.

Anton tomó el mentón de su pareja y le levantó el rostro viendo manchas de su semen en las comisuras de su boca. Tenía el cabello desordenado, los pantalones medio bajados y estaba mojado por delante y por detrás, todo él era un poema completo.

-¿Te gusto eso?- preguntó lamiéndose los labios, imaginando lo que haría con ese cuerpo exquisito.

-Quiero más...- rogó en respuesta.

-No te preocupes cachorro... esto apenas es el principio, cuando termine contigo vas a estar abierto y lleno de mi, en tu boca... y en tu trasero no desearás nada más que mi miembro jodiéndolo- le prometió.

Carlo lo escuchó y su cuerpo se encendió ante la promesa, estaba goteando de ganas por ser profanado de aquella manera.

-Si... si... lo quiero...

Anton vio a través de los vidrios polarizados y recordó las fechas en las que estaban, las luces por todos lados hacían difícil olvidarlo.

-Marino- llamó a su chofer a través del intercomunicador.

-Si señor- la voz neutral respondió al otro lado, evidentemente sabía qué hacia su jefe en la parte trasera del auto, pero su voz era imperturbable.

-Has los preparativos para que la mansión tenga todo lo necesario para una impresionante celebración navideña para dos- le ordenó- estaré en el sótano con mi pareja hasta ese día-. Anunció y tras decirlo cortó la comunicación, acarició el cabello del muchacho entre sus piernas y sonrió- tengo muchas cosas que enseñarte cachorro- los dientes le picaban por morder a su amante, a diferencia de otros lobos él tenía un control muy por encima de lo normal, de ser cualquier otro lobo no sabía si podría controlar el impulso de morderlo. Pero no... no era el momento aún, iba a disfrutar del primer celo de su cachorro antes de morderlo.

Si las cuentas le salían bien, Anton estimaba que en nochebuena estaría por salir del celo, el momento perfecto para morderlo. Podría entrar a los juegos grandes entonces, para cuando saliera de la fiebre de apareo que provocaba la mordida, su pequeño cachorro ya sería adicto a su cama.

-Feliz navidad por anticipado bebé- murmuró acariciando su mejilla.

-Feliz navidad...- respondió por inercia el muchacho, restregando su mejilla en el pantalón ajeno y acariciando suavemente su miembro que endurecía de nuevo.

Aquel iba a ser un ardiente camino hasta su blanca navidad. 

lunes, 24 de diciembre de 2018

Antología Navideña 2018

Hola!
Estamos aquí para dejarles esta Antología dedicada a los lectores que nos siguen. Agradecemos mucho a quienes participan y esperamos que la disfruten :D
Felices Fiestas! 




sábado, 17 de noviembre de 2018

Cinderella 17


Capítulo 17



Volvieron a Palacio en silencio y Desya fue sintiendo el cansancio de la agitada noche caer poco a poco en él, para cuando llegaron a palacio Desya dormía contra el pecho del castaño y éste le sostenía con una mano mientras dirigía las riendas con la otra.

Era media mañana, los sirvientes comentaban y cuchicheaban de la forma en la que el príncipe trataba a su pareja y lo "enamorados" que parecían a pesar de que se suponía apenas se conocían, todos pensaron que volvían de un paseo mañanero y la búsqueda de la noche anterior se cubrió con la de aquel ladrón que había entrado hacia poco a Palacio, desgraciadamente no lo habían encontrado.

Unos días después encontrarían alrededor de 100 monedas de oro robadas en casa de la excondesa Freggs, ambas mujeres madre e hija fueron sentenciadas en silencio y enviadas como esclavas fuera del país.

Cuando Desya despertó era ya media tarde, despertó desconcertado sin saber dónde estaba, se talló los ojos perezosamente y sonrió un poco sintiendo la comodidad de la cama, había un peso extra sobre su vientre y al bajar la mirada se encontró con un brazo rodeándole, se mordió el labio inferior y giró la vista encontrando a un sexy castaño durmiente a su lado, se paró con cuidado de no despertarle y vio la cuerda que llamaba a servicio, él estaba acostumbrado a hacer las cosas por sí mismo pero le sería útil que le trajeran agua para el baño, se encaminó a la cuerda y se detuvo a medio camino, viendo atrás la imagen del castaño dormido plácidamente entre las sábanas le hizo torcer el rostro y corrió las cortinas de la enorme cama de dosel antes de retomar su idea de llamar a los sirvientes, cuando estos atendieron les pidió lo que necesitaba y vaya que si eran eficaces, en unos cuantos minutos tenían todo listo, había agua caliente en el enorme baño y los pétalos de rosa aromatizaban toda el agua, el lujo de Palacio definitivamente no se comparaba en lo más mínimo con el de su casa, muy a pesar de que habían sido una familia acomodada, el baño del príncipe era como ver una enorme fuente con cabida para unas 15 personas sin problemas, los grifos llevaban directamente el agua caliente y la presión bastaba para llenarla en minutos ¿cuantas personas estarían dedicadas solo a ese baño? se dijo que no discutiría contra la vida y aceptaría lo bueno que venía. Volvió a la habitación y corriendo nuevamente las cortinas se trepó sobre su pareja mordisqueando su hombro para despertarlo.

—Hey, príncipe engreído... despierta ¿quieres tomar un baño? Es demasiado grande para mí solo— lo llamó, Maximilian comenzó a despertar y sonrió al escuchar la parte del baño.

—¿El ladronzuelo tiene miedo de entrar sin su amo?— preguntó y Desya movió las caderas sobre las ajenas.

—Este ladronzuelo quiere atención— bromeó logrando que el cuerpo de Maximilian despertara por completo pero, antes de que pudiese hacer un movimiento Desya se levantó caminando hacia el baño, dicho sea de paso, quitándose la ropa despreocupadamente en el camino.

El príncipe no tardó en levantarse y deshacerse de sus propias ropas, al entrar vio a Desya ya dentro del agua, había algo de vapor por todos lados y ladeó el rostro sonriendo con arrogancia, Desya ya era suyo por completo esta vez, sin trucos ni trampas.

—Gírate para mí— ordenó, el rubio parpadeó y levantó una ceja interrogativa sonriendo, pero obedeció girándose y dándole la espalda. Maximilian entró al agua y caminó hasta llegar a él rodeándolo por la cintura con una de sus manos pegando su espalda a su torso.

—Me gusta que mi ladronzuelo sea obediente como un adorable cachorro— susurró mordisqueando su oreja, tomó algo de agua y comenzó a dejarla caer por la piel blanca de su amante, aprovechando para mordisquear su piel, tenía un especial gusto por aquella espalda blanca, dejó una mordida en medio de ella y apenas el quejido salió le levantó en brazos caminando a los escalones del baño, poniendo a Desya a una altura en que el agua llegase justo por debajo de sus glúteos. El castaño sonrió arrogante y comenzó a besar nuevamente su espalda, descendiendo hasta sus nalgas— voy a beberme tu cuerpo por completo... voy a tomarte y a hacerte disfrutar como jamás en tu vida...— dio un mordisco en uno de los firmes globos y lamió uno de sus dedos comenzando a acariciar su fruncido agujero, sus besos iban por toda su piel y cuando le sintió estremecerse por completo, temblar hasta tener que apoyar sus manos contra los escalones frente a él, solo hasta que lo sintió removerse como buscando una caricia más atrevida, aquel dedo le penetró acariciándolo por dentro, se paró y mientras aquel dedo entraba y salía de su amante usó la mano que tenía libre para acariciar la punta del necesitado miembro de su cachorro— No sabes cómo te he imaginado abriéndome las piernas cachorro— le habló inclinándose para que el susurro llegase cerca de su oído— Entrando en ti...justo aquí— casi gimió metiendo un dedo más y Desya no contestó, tenía los ojos llorosos y la boca abierta por lo mucho que le costaba respirar.. él...él no se había imaginado hasta ahora que pudiese sentirse tan... tan abrazado por el placer.

—Maximilian...— jadeó y giró su rostro a su amante mostrándole la expresión más dulcemente erótica que el castaño esperó poder ver— ¡¡creo...creo que moriré, ah!!— gimió más fuerte cuando el castaño comenzó a mover sus dedos más rápido dentro de él, sacando los dedos lo giró y lo sacó del agua a un área donde apenas había unos dos centímetros de profundidad, solo lo suficiente como para mantener el piso tibio, lo recostó y su cachorro se dejó encogiéndose un poco, removiéndose como si la desnudez le incomodara y el recuerdo de que era virgen volvió a Maximilian haciéndole regodearse de orgullo, era un malnacido patán, lo sabía muy en su subconsciente, pero justo ahora era uno muy feliz.

—No cachorro... aún no— sonrió y se hincó agachándose y lamiendo la punta de su miembro, apenas una caricia que hizo arquear la espalda del rubio soltando un quejido necesitado, una queja ante lo superficial de la caricia.

Maximilian aprovechó y metió nuevamente sus dedos en el interior del otro y los movió haciendo que a Desya la vista se le nublara, el castaño tomó su miembro por completo en su boca y un cosquilleo se apoderó de su vientre haciéndole mover las caderas buscando más de aquello.

—Maximilian...Maximilian...no puedo... no puedo soportarlo— la voz se ahogaba y creía que estallaría en llanto, el placer era tan intenso que no creía poder contenerlo en su pecho, pero entonces todo paró, Maximilian retiró sus dedos y su cuerpo protestó, su entrada se sentía vacía, movió las caderas y apretó las piernas intentando calmar la necesidad que lo recorrió pero no pudo hacerlo, su rostro mostró su frustración y Maximilian sonrió.

—Tranquilo, cachorro— Maximilian se acomodó entre sus piernas y sonrió clavando la mirada en el rostro de su consorte, entró en él lento y avanzó hasta llenarlo por completo, se deleitó observando como el rostro del rubio se iba transformando de una mueca de necesidad a una de completo placer, casi soltando un grito al tenerlo completamente dentro.

—No...no... no, por favor sal— se removió con los labios abiertos y los ojos llorosos— No podré con esto Maximilian...Maximilian— las manos del joven recorrieron su propio pecho en un intento por calmar todas aquellas sensaciones, creía sinceramente que se volvería loco, pero Maximilian no lo dejó escapar, lo sujetó por las caderas y colocó una de sus piernas sobre su hombro, sonriendo y sintiendo el más increíble placer que había sentido antes arremetió dentro de él, el cuerpo delgado y hermoso de su cachorro le recibió abriéndose para él en cada embestida y él se movió completamente sumido en un placer que le incitaba a ir más rápido...más profundo mientras un cachorro rubio gritaba hasta casi perder la voz, su cuerpo se desmoronaba y se volvía a hundir en cada embestida y el orgasmo le sobrevino casi interminable, sintió que se venía por horas perdiendo el sentido y todo rastro de razón, cuando el castaño se derrumbó sobre él, se sentía pleno, cansado, satisfecho y avergonzado, pero inmensamente feliz— te...te amo.

—y yo a ti cachorro— susurró, el nuevo apodo sabía dulce en sus labios, Maximillian abrazó a su amante y le llenó el cuello de besos.

A diferencia de Desya, Maximilliam había dejado de ser virgen hacía mucho tiempo, el sexo no le faltaba y las bellezas que habían pasado por su cama no eran pocas, pero jamás se había sentido tan conectado a alguien. Tan ansioso por mimarlo, tan desesperado por abrazarlo y reacio a soltarlo, jamás había sentido su corazón hincharse de aquella forma en su pecho llenándolo de una felicidad que casi lo ahogaba.

Pasó mucho rato antes de que Maximilliam se levantara a regañadientes, habían ensuciado el agua así que simplemente la dejó ir y se dedicó a lavarse y a su pareja con el agua caliente de los grifos. El príncipe los seco a ambos e incluso los vistió, llevando a Desya de vuelta a la cama. Desya saciado como estaba se dejó hacer no pudiendo creer que cayera dormido tan pronto después de haber despertado, pero así fue, cuando despertó para la hora de la cena el palacio entero se enteró del inmenso apetito del nuevo consorte, pero más tarde cuando la luna era su única compañera fue Maximilliam quien descubrió lo verdaderamente grande que podía llegar a ser el "apetito" de su cachorro.